<p dir="ltr">A veces la mejor victoria no es una batalla sino una decisi&oacute;n estrat&eacute;gica. Esta suerte de m&aacute;xima b&eacute;lica es aplicable al Exodo Juje&ntilde;o, ocurrido el 23 de agosto de 1812, cuando a instancias de Manuel Belgrano la poblaci&oacute;n abandon&oacute; esa ciudad, dejando &ldquo;tierra arrasada&rdquo; al enemigo Realista, que avanzaba en gran n&uacute;mero desde el Alto Per&uacute;. &nbsp; <p dir="ltr">Se trat&oacute; de una orden que el Primer Triunvirato le dio al jefe del Ej&eacute;rcito del Norte -que Belgrano s&oacute;lo iba a cumplir parcialmente- y que propon&iacute;a la retirada hasta C&oacute;rdoba, ya que se estimaba que en Jujuy no se podr&iacute;a resistir el avance de las tropas espa&ntilde;olas lideradas por el brigadier Trist&aacute;n, de unos 4.000 hombres. &nbsp; <p dir="ltr">Una curiosidad: ese tipo de maniobra iba a ser aplicada apenas unos d&iacute;as despu&eacute;s -desde el 14 de septiembre- por los rusos, como forma de desgastar a las tropas napole&oacute;nicas que se asomaban a Mosc&uacute;. Directamente se decidi&oacute; quemar la capital rusa, para no dejarles techo ni recursos a la Grand Arm&eacute;e.